Costa Rica, English Spoken.
Recuerdo que cuando era niño caminaba por las aceras y veía un anuncio en las ventanas de las tiendas; apenas aprendía a leer, pero entendía que esas palabras no eran español. Le pregunté a mi madre, que lo leyó para mí, topándose con mi incredulidad:
—Ahí no dice eso —dije torciendo las cejas y la sonrisa.
—Sí —confirmó ella—, English spoken.
El sonido dio vueltas en mi cabeza como los repiques de una campana, tal vez despertando tonalidades que había escuchado desde el vientre, y atravesando la lengua con una corriente de curiosidad. Mi mamá me cargaba en su interior el tiempo que estaba en la Universidad, he sido bilingüe desde antes de nacer, rodeado de voces y acentos antes de emitir algún sonido.
De acuerdo al, Semanario Universidad, al 2019 solo un 12% de la población costarricense era bilingüe y de acuerdo al, MEP (Ministerio de Educación Pública), en el 2021, la mayoría de los estudiantes de secundaria se graduaba con un nivel básico de inglés o A2.
Imagino que en el 2005, cuando yo salí del colegio, los números eran muy diferentes. Probablemente, hubiese sido un punto porcentual más en el gráfico de los A2, de no haber sido por esa curiosidad verbal que se albergó en mi mente antes de venir al mundo.
Después de ir a la escuela, recuerdo acostarme en el piso a leer los libros de la editorial Océano que mi abuela nos compraba. También coleccionar los fascículos de Los Zumbis, unas caricaturas de un periódico nacional que hacían el aprendizaje más interactivo; incluso había logrado hasta conseguir los casettes y con una grabadora vieja escuchaba aquellas palabras casi mágicas y las repetía como si fueran conjuros. Otras tardes, acompañado de mi diccionario Smart, aprendía palabras más complicadas: abide, behave, castaway. Aprendí a leer IPA, sonidos escritos, para poder pronunciar palabras que nunca había escuchado.
Un poco más de conciencia y la llegada al colegio, me abrieron aún más las papilas auditivas y estiraron las cuerdas vocales. En el liceo enseñaban francés e inglés. Por fin tendría clases, sería poliglota. No, los profesores hicieron lo que pudieron con las herramientas que tenían, pero no se puede tallar una piedra con un cincel de plumas. Nadie puede enseñar lo que no sabe.
Lo que agradezco a mis profesores, es la honestidad. Me dijeron que no sabían todo, y que el sistema no me daría lo que yo necesitaba para triunfar, que tendría que buscarlo yo. Dicen que la vida da muchas vueltas, y sí, pero también está llena de cruces de caminos. Al llegar a noveno de secundaria, debía escoger, un solo idioma: Inglés.
El VHS, el Netflix de los ochenta, ese era mi otro recurso. Rebobinaba las películas y barría la tienda de video local para poder pedir prestadas un par que veía de tres a cinco veces, repetía las palabras mientras intentaba leer los subtítulos, aprendiendo que las traducciones hacían perder la esencia a las palabras, no su olor, pero su perfume original.
Tuve mis primeros roces con turistas, empujado por un brebaje de coraje líquido, la lengua se me aflojó. Hablé, no recuerdo qué, pero me entendieron y entendí. Lo había logrado, podía comunicarme en otro idioma. No, todavía no.
El turismo era el auge del momento, el país se llenaba de gringos con montones de dólares, y yo quería unos cuantos para mí. Entonces decidí estudiar Administración de Empresas Turísticas, con el inglés básico que sabía, pensaba que llevaba unos puntos a favor.
Pero… la vida tiene sus propios planes, y el hambre da todos los días. No podría estudiar más, debía trabajar. La vida es fortuita, la fortuna caprichosa. No iba a estudiar en turismo, trabajaría en turismo. Me brincaba varios escalones, y hacía un clavado inmersivo. Ahora iba a hablar inglés con los que sabían, mientras les servía comida, los llevaba a la habitación, y les vendía tours.
—Shoot, shot, shout, shut up —repetía cuanto escuchaba.
Intentaba absorber todo lo que oía, como atrapando bocanadas de aire. Debía aprender, para poder comunicarme, y mantener mi hambriento estómago.
—Taught, thought, tough, though.
Intentaba digerir cada pequeña diferencia.
Siempre supe que el aprender un idioma me abriría las puertas del futuro, pero lo que a todos se les olvidó decir es que también abriría las puertas al conocimiento, algo todavía más importante para mí. Ahora entendía el mundo en otro idioma, y podía leerlo, escucharlo y hablarle en inglés.
¿Cuál ha sido tu experiencia?, ¿cómo fue el inglés que aprendiste en el colegio?, ¿tuviste que aplicar otros métodos para complementar su aprendizaje? Cuéntame tu experiencia en los comentarios.
Aprender otro idioma, no es una opción. Saber inglés, ya no es una ventaja, es una necesidad. Especialmente en esta pequeña Banana Republic of Costa Rica, English Spoken.